Parece que fue ayer cuando salíamos de Valladolid hacia Dublin y resulta que ya hace tres años de eso. Salí de España con ganas de vivir nuevas experiencias y la verdad es que no me puedo quejar. En Dublin trabajé en la tecnología que me parecía interesante, y ahora en Amsterdam trabajo en el área que mas me gusta, los moviles y las redes sociales.
Recopilando, mi caso ha sido relativamente fácil comparado con otra gente que conozco. Tanto cuando me mudé a Dublin como cuando lo hice a Amsterdam ya tenia un contrato firmado, y así las cosas son siempre mas sencillas. No obstante hay cosas que te llevan de cabeza los primeros meses como abrir una cuenta de banco, darte de alta en la seguridad social, encontrar casa, entender las peculiaridades del país.
En Dublin vivíamos en un apartamento bastante típico: Una casa baja con jardín trasero en un barrio residencial, aunque no muy lejos de un supermercado y una calle comercial. En Amsterdam también estamos en un apartamento bastante típico: Una planta en una casa de 3 pisos con escaleras infernales y un salon enorme. Pero esto será por poco tiempo, porque ahora mismo estamos ultimando una mudanza. Si, otra mas. Nuestro casero se vuelve de Atlanta a Amsterdam y quiere vivir en su piso, asi que hemos tenido que buscar otra vez. El lunes firmamos el nuevo contrato y el 1 de Abril nos mudamos.
En cuanto a adaptación y morriña, pues la verdad es que cada vez que vuelvo a España me siento más extranjero alli. Hay muchas cosas que me parecen mucho mas incivilizadas que en estos países, por no hablar de condiciones laborales, oportunidades y mentalidad de la gente en general. Empiezo a tener la sensación de que si en algún momento quiero volver debería empezar a plante;armelo porque cada vez me va a costar más. El caso es que de momento no me apetece demasiado, aunque no tengo claro si Amsterdam es la ciudad en la que me quiero quedar. De momento me gusta, pero también me gustaba Dublin. Hacer planes para el futuro no acaba de ser lo mio.
Y como a casi todo el mundo le pasa, lo que más echo de menos es a la gente. Tanto a los amigos de toda la vida en España como a los nuevos que conocimos en Irlanda. Es el mal del emigrante, estas condenado a echar algo en falta siempre, estés donde estés, pero con eso ya contaba.